Prologo
Todos los días de mi vida eran
exactamente iguales, no había nada interesante en la enorme y
estresante gran manzana, o al menos nada de eso me sucedía a mí.
Lo único fuera de lo común era cuando
el detective Gordon pasaba por mi casa para pedirme ayuda con alguno
de sus sospechosos.
Yo tengo un don, uno muy particular.
Soy capaz de detectar si alguien miente o no con una fiabilidad del
cien por cien.
Mi padre un mecánico algo paranoico
siempre había mantenido en secreto mis extrañas habilidades, tales
como mi fuerza, agilidad y mis increíbles y agudos sentidos.
Si el señor Blow se enterase de que
ayudo a la policía utilizando mi don seguramente se moriría de un
infarto y nos haría mudarnos a otro sitio.
Me había costado más de un año
convencerlo para que me dejara independizarme. Realmente solo vivo a
tres calles de distancia de nuestro viejo apartamento, pero él sigue
insistiendo en que le llame todos los días al llegar a casa.
Es un hombre muy sobre-protector, soy
su única hija y mi madre murió al darme a luz, desde entonces solo
hemos estado él y yo.
Bueno, realmente solos no hemos estado,
Blake Peterson y su madre Mary también nos habían acompañado a lo
largo de nuestra vida.
Blake era mi mejor amigo, había sido
también mi primer amor un tanto tardío pues fue a los veintiuno,
pero al fin y al cabo mi primer amor, gracias a dios ya olvidado. La
madre de Blake era como una tía para mi, los dos vivían en el
apartamento de al lado y por eso Blake y yo crecimos siempre juntos.
Blake era un matón desde pequeño, era
cinco años mayor que yo y siempre me defendía en la escuela y el
instituto, era algo así como mi guardaespaldas.
Al mudarme sola a un pequeño estudio
todos sintieron que la unidad se rompía, pero necesitaba respirar,
necesitaba vivir sola por mis medios.
Mi pequeñísimo estudio de poco más
de cuarenta metros cuadrados estaba justo encima de la comisaria,
algo que mantenía tranquilo a mi padre ¿Quien demonios tendría
narices de robar en el edificio de la comisaria? Los cacos no eran
tontos, había miles de sitios donde cometer sus fechorías, de hecho
yo visitaba muy a menudo los suburbios donde éstas se cometían, soy
fotógrafa urbana y hago fotos a todos y cada uno de los rincones de
Nueva York.
Esa mañana lucia tranquila, pero algo
en el aire me avisaba de que ese día sucedería algo que me
cambiaría la vida para siempre.
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