domingo, 4 de julio de 2010

Capitulo 4

Después de que mi grito sobresaltara y destrozara la tranquilidad y el silencio de la casa, Evan seguido por todos los demás entraron en mi dormitorio buscando desesperadamente al enemigo.
Después de varios minutos de confusión Evan fue a mi encuentro y se sentó sobre la cama. Las lagrimas no paraban de brotar de mis ojos y el dolor aunque comenzaba a remitir no era nada comparado al que sentía mi alma, estaba débil, mucho más débil y desanimada que antes de intentar localizar a Shane y en ese momento cuando mire los ojos azules de Evan, escuche en mi cabeza la frase que me perseguiría el resto del viaje hacia mi más que posible muerte o destrucción.

-. Cuando de forma desesperada intente buscar lo perdido a través de la magia será marcada en su muñeca con el símbolo maldito – dije a Evan enseñándole mi muñeca. En la parte interior de la misma había un símbolo marcado, parecía una cicatriz, no me había confundido mucho al suponer que me habían marcado con un hierro candente, la herida tenía el mismo aspecto que si hubiera sido hecha de esa manera.

-. ¿Por qué lo has hecho? – preguntó Evan tomando mi muñeca y cerrando los ojos decepcionado.

-. Lo siento, no sabía que esto pasaría – en realidad no le estaba mintiendo, aunque en el fondo sabía que no debería haber intentado buscar a Shane con magia. La segunda parte de la maldición se había cumplido, y cada vez tenia más claro que debía matar a Evan para poder enmendar el camino, quizás también tendría que acostarme con él antes de matarle. Esa maldita idea recorría mi cabeza lanzándome en oleadas de de rabia y angustia, no sería capaz de tomar la vida de Evan y mucho menos de acostarme con él. Necesitaba más que nunca una guía espiritual, alguien que pudiera ayudarme a desentrañar la profecía, ¿y quién mejor que las mismas sibilas que la profetizaron? Mañana en el Oráculo de Delfos intentaría aclarar algunos de los términos proféticos y haría todo lo posible para que me ayudaran a seguir por el buen camino.

Evan mando a los demás que salieran fuera de la habitación, solo quedaban tres horas para el amanecer y sin decirnos ni una sola palabra se quito la camiseta y los pantalones y se metió en la cama a mi lado. No había nada excitante ni pasional en estar juntos en esa cama, se sentía de otra manera, era amistad que aunque con una cierta tensión sexual, no parecía incomodarnos.
Agradecí su apoyo a Evan con un abrazo y me quede dormida en sus brazos, unos brazos que aunque me reconfortaban no podía dejar de desear que fueran los de Shane, mi Shane.

A la tarde siguiente me desperté de la misma postura en la que me había dormido, Evan seguía a mi lado, esta vez despierto, me observaba y acariciaba mi pelo.

-. Si para vencer tienes que matarme, creo que deberías hacerlo – dijo de sopetón.

-. ¡No! – Le grité apartándome un poco de él – antes prefiero transformarme en una furia y terminar con la Dama de esa manera, no pienso matarte. De todas formas hoy hablaremos con las sibilas, necesito que me aclaren muchas cosas de la profecía, por si no te has dado cuenta, no todo lo que dice es de manera literal, porque ni tú eres el sol, ni miras a través del cielo, ¿no podían haber dicho un hombre de ojos azules y rubio? ¿Qué te hace pensar que el resto de lo que dice es tan literal? – pregunté sorprendiéndome a mi misma con un halo de esperanza, ¿podía ser cierto lo que le acababa de decir? Se lo había comentado para hacerle sentir mejor, pero algo dentro de mí me decía que mi pensamiento no estaba de todo mal encaminado.

-. Creo que está bastante claro lo que dice la profecía, pero no te alteres, pronto podremos hablar con las sibilas.

Evan y yo nos levantamos de la cama y mientras él se iba a su dormitorio a cambiarse yo me metí en la ducha. Estar debajo del agua caliente era una maravilla, mis músculos entumecidos se calentaron con agrado. No mire mi muñeca, decidí que era lo mejor para evitar otro ataque de rabia, en cuanto saliese de la ducha la taparía con una muñequera o alguna venda. Cuando me estaba aclarando el pelo alguien entro en el baño, no sé como lo supe, pero el intruso silencioso era Josh.

-. ¿Qué es lo que quieres Josh? – pregunté.

-. ¿Estas con el vampiro?, se que ha pasado aquí la noche – dijo enfadado.

-. Pensé que ya habías superado todo esto – le contesté algo decepcionada – no estoy con ese vampiro, pero si con el otro.

-. Nadie me ha contado nada de lo que ha pasado aquí, ¿Dónde está ese otro vampiro? ¿Se acojonó y se marchó? – sus palabras tan despectivas me hirieron en lo más profundo, pero decidí ponerle al día en vez de darle una paliza.
Le conté todo lo que había sucedido desde que dejamos su casa, la destrucción de SubMundo, el secuestro de Shane y la visita a las Moiras.

-. Espero que ya estés contento, no quiero repetir la historia ni una vez más, así que si quieres mantener a tu hermana informada, es mejor que se lo cuentes tú – le dije mientras alcanzaba una toalla y me rodeaba con ella antes de salir de la bañera.

-. Muy bien, voy a prepararme para el viaje – dijo algo avergonzado y triste. No podía ver a Josh así, me había comportado de forma tirante y evasiva con él y mi mejor amigo no se merecía eso.

-. Espera – le llamé antes de que saliera del baño – me alegra mucho que estés aquí conmigo – dije mientras le daba un abrazo que el correspondió. Mo me importó mucho llevar puesta solo una toalla hasta que se me cayó al suelo – no mires hacia abajo o te mato – le dije mientras él se reía y acariciaba mi espalda todavía abrazado a mí.

-. Creo que la curiosidad mato al gato, no puedo evitar… - gracias a dios lo único que Josh no pudo evitar fue mirarme fijamente el dövme, lo que me dio tiempo a agacharme por la toalla y volverme a cubrir con ella. Josh salió de su trance cuando comencé a reírme como hacía mucho tiempo que no lo hacía.

-. ¡Ignorante! – le dije entre risas que él secundo mientras negaba con la cabeza decepcionado y divertido. Nuestra diversión debió de escucharse por toda la casa porque cuando Josh y yo salimos del baño, Kaly, Evan, Adam y Sarah estaba en mi habitación mirándonos preocupados.

-. ¿Qué pasa? – pregunté todavía riéndome y sintiendo como la fuerza regresaba a mi cuerpo.

-. Hacía mucho tiempo que no escuchábamos tu risa – dijo Kaly feliz.

-. Bueno, pues ya era hora, ya sabéis que para que este fuerte necesito ser feliz o que alguien de mi alrededor sufra un dolor considerable ¿algún voluntario? – pregunté todavía con una sonrisa en la boca. Un coro de “no y si hombre” contestó a mi pregunta. Después de varias miradas recelosas de Evan a Josh, todos salieron de la habitación y me dejaron vestirme.
Me puse unos vaqueros desgastados, las nike negras y una camiseta roja de manga corta que cubrí con una sudadera de surfista azul marino.
Ya estaba lista para nuestro nuevo viaje. Para lo que no estaba preparada era para lo que me esperaría, mejor dicho, quien me esperaría en la mansión cuando regresáramos.