lunes, 8 de junio de 2009

CAPITULO TRES

Después de casi dos horas y media de viaje en coche por el desierto, llegamos a un gran descampado con una pequeña pista de aterrizaje improvisada.
Marcus detuvo el Chevrolet y nos bajamos a estirar las piernas y descargar las maletas. Si Moira pensaba que la iba a ayudar a llevar sus maletas cuando aterrizáramos estaba realmente muy loca.

- Papi, ¿esto es un aeropuerto? – preguntó Moira a Marcus mientras él descargaba el equipaje.

- Más o menos, es una pista de aterrizaje que utilizan los humanos que trapichean con droga – dijo como si fuera lo más normal de mundo.

- Esperemos que el FBI no ande cerca cuando aterrice el Jet – dije sin pensar mis palabras. Los tres se quedaron mirándome como si de golpe y porrazo me hubiera convertido en una rana.

- Has pasado demasiado tiempo entre humanos cariño – dijo mi madre viéndose algo avergonzada – deberías haberte relacionado más con las hadas de nuestra colonia, como Moira.
Ya estamos otra vez con las malditas comparaciones.

- Sí como yo – dijo la bruja mientras hinchaba su pecho con satisfacción.

- Sí mamá, ella también ha estado relacionándose íntimamente con el equipo de futbol de la escuela, ¿tenía que haber hecho yo lo mismo? – pregunté mientras la cara de Moira se encendía con rabia y vergüenza.

- Bueno cariño, son cosas diferente – se excusó mi madre algo avergonzada – pero esa tontería del FBI… - dijo sin terminar la frase.
- Creo que Dawn tiene razón en esto – dijo para mi asombro mi padrastro, esta vez fue su turno para recibir miradas de sorpresa – no me miréis así, el FBI siempre vigila este tipo de pistas para coger a los traficantes, aunque nosotros podemos hacernos cargo de la situación en el hipotético caso de que aparecieran.

La conversación se silenció. Nadie dijo nada más hasta que divisamos a lo lejos unas luces, mi madre y Marcus utilizaron sus poderes para encender las antorchas que había a los dos lados de la pista, aunque todavía brillaba un poco el sol, imaginé que por muy buen piloto que fuera, en este desierto no podría divisar bien el pequeño trozo de explanada.

Un precioso pájaro de metal, como todavía lo llamaban algunas hadas, realizó un aterrizaje perfecto. Mientras Moira y Marcus metían las maletas en el avión, mi madre y yo nos despedimos con un abrazo, no nos dijimos nada, el abrazo fué lo suficientemente emotivo para expresar por sí solo cuanto nos queríamos y cuanto nos echaríamos de menos.
Luego regresaron Moira y mi padrastro, al que también abracé, pues aunque no era mi padre siempre se había comportado como si lo fuera, además también había sido un buen amigo y siempre había tratado como una reina a mi madre.
Después de las despedidas, Moira y yo subimos al avión y nos acomodamos en nuestros sitios.

Había unos pocos chicos más desperdigados por los asientos, era realmente triste que la comunidad sobrenatural estuviera ya tan reducida. Las tres casas de SubMundo tenían cada una cincuenta habitaciones y nunca se llenaban, teniendo en cuenta que SubMundo era el único instituto sobrenatural de EEUU, era deprimente.
Me acomodé al lado de la ventanilla, eufórica por mi primer viaje en avión, y no fué hasta que me giré a mirar a Moira, que se sentaba a mi lado, cuando me percate del mal aspecto que tenía.

- ¿Qué te ocurre? – pregunté

- Como si realmente te importara – dijo con el habitual tono de superioridad que utilizaba conmigo.

- Me importa si me vas a vomitar encima – dije girándome hacia la ventanilla donde estaban nuestros padres despidiéndonos con las mano. Les hice un gesto para despedirlos y baje la persiana. Ya estaba anocheciendo.

- ¿Se encuentran bien señoritas? – preguntó una linda azafata, no era humana ni tampoco era un hada, asique solo podía ser un cambiaformas o un vampiro.

- Sí – contesté, luego miré a Moira, que estaba cada vez más verde y añadí – pero ella no se encuentra muy bien que digamos, espero que no me pote en los pantalones.

La azafata se marchó y Moira me lanzó una mirada envenenada, gracias a Dios que las miraditas no mataban, si no, esta me hubiese calcinado.
A los pocos minutos llegó la azafata con un vasito lleno con un líquido verde y se lo tendió a Moira, mi hermanastra no sabía qué hacer, si cogerlo o no.

- Ten, cógelo, te encuentras así de mal por el hierro que contiene este avión, las hadas sois muy sensibles a ello – dicho esto me miró con suspicacia y tuve que responder a la pregunta que había en sus ojos.

- Soy semi-humana, por eso no me afecta – dije.

La azafata estaba muy sorprendida, ya dije que no había muchas como yo, quizás incluso fuera la única, vale, vale está bien, soy la única.
Pero la mujer no preguntó nada más y se marchó en el momento en el que el avión comenzó a moverse. Era la primera vez que montaba en avión y lo estaba disfrutando más de lo que pensé, también disfrutaba viendo a Moira agarrarse a los brazos de los asientos como si su vida dependiera de ello.
Después de la primera hora ya estaba aburrida de mirarlo todo y toquetearlo, Moira se había dormido, así que tampoco me servía mucho como distracción.
Nadie hablaba y casi todos estaban dormidos, por las cabezas que podía contar había otros cinco chicos en el avión.
Al cabo de un rato yo también me dormí.

1 comentario:

mayte dijo...

como sera la entrada en el instituto?? interesante jeje sigue guapisimo jeje besos dawn
MAYTE