lunes, 8 de junio de 2009

CAPITULO DOS

La comida no me supo a nada, en mi casa solo se comían productos naturales y de la tierra, así que era vegetariana obligada, las hadas no toleran la carne, pero yo sí, aunque mi madre no lo sabía. Había ido con Josh una vez al McDonald y me había comido una hamburguesa que me pareció deliciosa, por suerte no me sentó mal, por fin ser distinta a los demás tenía su lado bueno.

No conversamos mucho durante nuestra última comida en familia. La única que parloteó sin parar fue Moira, se pasó todo el tiempo hablando de lo feliz que estaba por ir a SubMundo y sobre lo interesada que estaba por las nuevas asignaturas y la nueva gente. Su maldito entusiasmo llegó a ser contagioso, cuando terminamos de comer, y Moira de hablar, yo estaba igual de entusiasmada que ella, y aunque no suelo mostrar mis sentimientos, la muy bruja se dió cuenta y me atacó cuando mi madre y mi padrastro estaba recogiendo la mesa y no podían vernos.

- No estés tan contenta monstruito, no harás amigos allí, vas a ser más bicho raro que en el mundo humano y yo estaré allí para disfrutarlo – encaré sus ojos violetas y le dije lo único que se me pasó por la cabeza en ese momento.

- Allí no tendrás a tu papá ni a mi madre para protegerte, todavía no sabes lo que soy capaz de hacer – me tiré el mayor farol de mi vida, porque ni mi madre ni nadie sabía si yo tenía o no aptitudes o poderes y tampoco les había importado mucho, Moira siempre hacía alarde de sus poderes cuando tenía ocasión, yo que solo dominaba el aire como único elemento, jamás lo había hecho en público. Pero funcionó y su cara palideció al instante. Bien, me tenía miedo eso es un punto a mi favor pero… ¿Por qué me tenía miedo?

En ese momento eso era lo que menos me preocupaba, había encontrado su talón de Aquiles, bueno, al menos hasta que llegáramos a las clases de magia de SubMundo y viera que soy una inepta, pero hasta el momento, tenía que disfrutarlo al máximo.

- ¿No... No lo dirás en serio? – preguntó con una voz menos prepotente que la que acostumbraba a dirigirme.

- Te he aguantado estos años por mi madre… así que no me tientes – la contesté sintiéndome la reina del mundo, pero por desgracia mi reinado no duro mucho, la muy puta me había vacilado. Con una sonrisa malvada ondeaba con su mano derecha una copia de mi inscripción de SubMundo donde me habían hecho pasar algunas pruebas para ver mis aptitudes ¿por qué no me había acordado de eso?

- Inepta – dijo mientras se marchaba a su dormitorio para sacar las maletas.

Después de semejante ridículo terminé de recoger la mesa y me fuí a mi cuarto, saqué las maletas al salón y las apilé cerca de sofá, después volví a mi habitación y me senté sobre la cama para despedirme de mi querido dormitorio, que había sido durante todos estos años algo más que un cuarto donde dormir, había sido mi asidero y mi refugio de las burlas y trastadas de Moira.
Nos esperaban dos horas de viaje en coche por el maldito desierto de Nevada y después tres horas de avión durante las que, para mi maldita desgracia, estaría sentada al lado de Moira.
¿Qué narices he hecho para merecerme esto señor?

Mirando al techo de mi cuarto lancé mi plegaria a Éter.

- ¿Por qué soy una inepta?, ¿Por qué no soy como los demás?, ¿He hecho algo malo a parte de nacer? – pregunté sintiéndome más sola con cada palabra que abandonaba mi boca.
En ese momento ocurrió algo de lo que todavía no estoy segura, pero la imagen de Éter pasó fugazmente por mi mente y me sonrió, ¿se estaba riendo de mí?
No. Definitivamente la imaginación me estaba jugando una mala pasada, además la figura no se parecía al dios Éter, aunque sabía que le había visto en otro sitio, probablemente, en el último Final Fantasy que me había comprado.

Marcus cargó el maletero del Chevrolet con nuestras maletas, yo soló llevaba dos de tamaño mediano, pero la loca de mi hermanastra parecía haber asaltado una tienda, ¿Dónde iba con cinco maletas?
A mí no me había quedado más remedio que dejar algunas camisetas fuera para poder meter el maldito vestido de noche, negro y naranja, que me había comprado mi madre para usar en los bailes de SubMundo, por desgracia de estos bailes no podía escaquearme como en mi antiguo instituto, Josh y yo siempre nos íbamos a tomar unas cervezas al parque mientras nuestros compañeros de clase daban vueltas en parejas, (y digo dar vueltas, porque moverse como peonzas descontroladas mientras destruyen los zapatos de sus acompañantes, no se le puede llamar bailar) por la pista de baloncesto del gimnasio. En SubMundo era obligatorio asistir a los malditos bailes de gala.

2 comentarios:

mayte dijo...

esta realmente muy bien jeje me esta cojiendo esta historia eh jeej weno voy a seguir leyendo je besos dawn
MAYTE

Patricia dijo...

Acabo de encontrar este blog, y la verdad es que la historia me tiene bastante picada... Tienes muy buena mano para escribir.